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El Café New York de Budapest es un lugar emblemático que ha fascinado a generaciones con su esplendor y riqueza cultural. Inaugurado en 1894, este café ha pasado por varias transformaciones a lo largo de los años, pero siempre ha mantenido su esencia de lujo y elegancia.
Ubicado en la planta baja del New York Palace, un edificio histórico en el bulevar Erzsébet körút, es uno de los mejores ejemplos de la arquitectura de la Belle Époque en la ciudad.
El interior del Café New York es un espectáculo de opulencia. Diseñado por el arquitecto Alajos Hauszmann, el café presenta techos altos adornados con frescos pintados a mano, columnas corintias de mármol, candelabros de oro y una escalera de mármol que deja sin aliento a cualquiera que la vea. Los frescos, obra de artistas como Gusztáv Mannheimer y Károly Lotz, representan escenas alegóricas y añaden una capa de sofisticación y arte a la atmósfera ya majestuosa del lugar.
Durante el siglo XX, el Café New York se convirtió en el corazón de la vida literaria y artística de Budapest. Era frecuentado por escritores, poetas y periodistas que encontraban en su ambiente el lugar perfecto para trabajar y socializar. Entre sus ilustres clientes se encontraban Ferenc Molnár, autor de «Los muchachos de la calle Pál», y Dezső Kosztolányi, un destacado poeta y novelista húngaro. Se dice que la dirección del café solía ser tan generosa con los escritores que incluso les daban tinta y papel, y permitían que sus cuentas se mantuvieran abiertas indefinidamente.
El café sufrió daños durante la Segunda Guerra Mundial y el periodo comunista posterior, pero fue completamente restaurado y reabierto en 2006. La restauración, llevada a cabo por Boscolo Hotels, devolvió al café su esplendor original, asegurando que cada detalle, desde los frescos hasta los candelabros, fuera fielmente reconstruido.
Comida típica. Ver mas
El menú del Café New York es una celebración de la cocina húngara e internacional. Los visitantes pueden disfrutar de platos tradicionales como el goulash, el pato confitado y el pörkölt (un estofado de carne típico), así como de opciones internacionales y pasteles de fama mundial. El pastel Dobos, un postre húngaro clásico con capas de bizcocho y crema de chocolate, cubierto con caramelo crujiente, es una de las especialidades de la casa. Además, el café ofrece una variedad de cafés y tés de alta calidad, perfectos para disfrutar en el lujoso entorno.
El Café New York también es conocido por su excelente servicio y su ambiente acogedor. A pesar de su opulencia, el café mantiene un ambiente cálido y hospitalario, haciendo que cada visitante se sienta especial. Los camareros, vestidos con trajes tradicionales, ofrecen un servicio impecable, añadiendo un toque de elegancia al ya impresionante entorno.
Además de su oferta gastronómica, el Café New York es un lugar ideal para eventos culturales y sociales. El salón principal puede albergar conciertos, presentaciones de libros y otros eventos especiales, manteniendo viva la tradición de ser un centro cultural. Durante la Navidad, el café se decora con luces y adornos festivos, creando un ambiente mágico que atrae a visitantes de todas partes del mundo.
Se encuentra en el bulevar Erzsébet körút 9-11. Puedes llegar fácilmente en metro (línea M2, parada Blaha Lujza tér) o caminando desde el centro en unos 15 minutos.Café New York en Budapest
No es obligatorio, pero sí muy recomendable para evitar esperas, sobre todo en fines de semana o temporada alta.Reserva online en la web oficial
Abre todos los días de 8:00 a 00:00. Puedes ir para desayunar, almorzar, cenar o simplemente tomar un café con pastel.
Es más caro que otros cafés de Budapest, pero la experiencia lo compensa. Un café ronda los 10 € y una comida completa unos 40-50 € por persona.
Sí. El interior es impresionante, con mármol, frescos y lámparas de cristal. Aunque solo tomes un café, merece la visita.
Las tartas como la Dobos o la New York Chocolate Cake son imperdibles. También destacan sus platos húngaros reinterpretados.
Sí, y son parte de la experiencia. Solo evita el uso de flash o trípodes sin autorización para no molestar a otros clientes.
Sí, a menudo hay piano en directo o cuartetos que amenizan la experiencia sin interferir con la conversación.
Sí, forma parte del lujoso New York Palace Hotel, aunque puedes entrar al café sin ser huésped.
El Café New York es probablemente uno de los cafés más famosos —y fotografiados— del mundo. Su nombre aparece en todas las listas de “imperdibles” en Budapest, y no es para menos: cuando entrás, te sentís dentro de un palacio. Techos de oro, lámparas de araña, frescos, columnas de mármol… Todo está diseñado para dejarte boquiabierto.
Pero antes de vivir ese momento, hay que superar una prueba: la cola.
La primera vez que intenté ir, llegué sobre las 11 de la mañana. Mal momento. La cola daba la vuelta a la entrada, y la gente esperaba con cara de “bueno, ya estamos aquí, ¿qué otra cosa vamos a hacer?”. Estuve a punto de irme. Pero decidí quedarme. Esperé unos 45 minutos.
Sí, puede parecer mucho para un café, pero hay algo curioso: durante la espera, empezás a sentir que estás por entrar a un lugar especial. El edificio por fuera ya es imponente. Ves salir a la gente con sonrisas, con el móvil lleno de fotos, y te empieza a picar más la curiosidad. Además, hay cierto aire de ceremonia: todo el mundo va con respeto, sabiendo que va a “vivir” algo, no solo a tomar un espresso.
Y ahí está. En cuanto entrás, entendés por qué tanto revuelo. El Café New York es una obra de arte viva. Nada más sentarte, mirás hacia arriba: techos decorados como en un teatro de ópera, esculturas, terciopelos, luz cálida… es como haber viajado a la Belle Époque en cinco segundos.
La música de piano en directo acompaña la escena, y todo fluye con una elegancia que uno no espera encontrar en un café.
Yo pedí un café vienés y una porción de tarta. ¿Caro? Sí. ¿Riquísimo? También. Pero más allá del sabor, lo que uno paga es la experiencia. Estás comiendo en un lugar donde escritores, artistas y soñadores pasaban las horas hace más de un siglo. Y eso, al menos para mí, tiene valor.
Sí, vale la pena. Pero sabiendo a lo que vas.
No es un lugar para ir con hambre ni con prisa. Es para disfrutar, para mirar los detalles, para sacar fotos (¡muchas!), para dejarte llevar. Y la espera, aunque pesada, forma parte del ritual. De hecho, creo que sin esa media hora de cola, no lo habría valorado igual.
Si querés evitar la fila, lo mejor es ir muy temprano (apenas abren) o reservar mesa si vas en grupo. Pero si no podés… tomate tu tiempo. Llevá algo para leer, mirá el edificio, conversá con quien tengas al lado. Todo eso también es Budapest.
¿Merece la pena visitar el Café New York en Budapest? Según mi experiencia, sí, siempre que vayas con la mentalidad adecuada.
No es solo un café. Es un viaje en el tiempo, una experiencia estética y un pequeño lujo que te podés permitir, al menos una vez. Y sí, hay que hacer cola… pero hay cosas que simplemente lo valen.
Y esta, sin duda, es una de ellas.